MILAGROS MENACHO ANGELES

MILAGROS MENACHO ANGELES
Milagros Menacho Angeles, esperando en el aula de posgrado de la UNALM,

LA MUJER Y LA CIENCIA: RESULTADOS DE INVESTIGACIÓN 2010

LA MUJER Y LA CIENCIA: RESULTADOS DE INVESTIGACIÓN 2010
MILAGROS EN LA UNALM-POSGRADO-ESPECIALIZACIÓN LISTA PARA DICTAR UNA CLASE DE INVESTIGACIÓN

Milagros en la cámara de comercio con sus amigos

Milagros en la cámara de comercio con sus amigos
Milagros capacitando a los docentes de la IE Victor Raúl Haya de la Torre.

"EDUCACIÒN VIAL EN EL PERÙ"

"EDUCACIÒN VIAL EN EL PERÙ"
"DIRECTORA NACIONAL DE LA DITOE DEL MINEDU EN COMPAÑIA DE LAS CONSULTORAS DE SEGURIDAD VIAL EN EDUCACIÒN"

lunes, 9 de agosto de 2010

LA MUJER Y LAS CIENCIAS DE LA PÒLITICA.....EQUIDAD DE GÈNERO


                                    Por: Virginia Borra, Ministra de la Mujer
Es cierto que la historia por generaciones la han escrito los hombres, por ello en la reconstrucción del pasado ha ejercido el machismo su influencia excluyente, en nuestros libros de historia la referencia a la mujer fue corta y, sin embargo, cuántas y cuán importantes mujeres quedaron olvidadas. Hay que empezar por rendir homenaje a la mujer peruana de las primeras etapas de vida en el Perú, quien al lado de su rol de madre, realizaba los más rudos trabajos al lado del hombre, contribuyendo con él a la creación y avance de la cultura.
Tenemos claros ejemplos de la participación política de la mujer y toma de decisiones de muchas mujeres en las culturas preíncas y durante el incanato; recordemos a las Tallaponas (Los Tallanes) quienes gobernaban a través de mujeres líderes denominadas Capullanas. Estas reinas causaron admiración y demostraron con su existencia que el dominio del varón no era total sobre las vastas y variadas comarcas del Imperio Inca.
Los cronistas dieron testimonio del primer matriarcado que ellos vieron en la Señora de Achira, como una de las primeras jefes de gobierno entre los matriarcados del norte del Perú, pero no fue la única, también gobernaron las Señoras de Amotape, Paita, Mórrope, Santa, entre otras, las que detentaron el mando de los pueblos.
En la cultura Moche, por ejemplo, el más alto rango del sacerdocio lo ejercía una mujer. Allí está la momia de la gran sacerdotisa de San José de Moro, con toda su parafernalia para probarlo. Pero en la mayor parte de civilizaciones, incluso las teocráticas más antiguas, ha primado el patriarcado.
Buen ejemplo lo constituyen los sumerios, en el otro lado del mundo, o Caral, también con sus 5 mil años de antigüedad, en el antiquísimo Perú. En el imperio incaico, las mujeres gobernaban en Cusco cuando los incas defendían el imperio o ampliaban su territorio, referente es Mama Huaco, esposa de Ayar Cachi, a quien el padre Murúa la califica de mujer de gran valor, entendimiento y discreción, atribuyéndole también participación en las guerras, logrando con astucia y con crueldad ser temida por el pueblo vencido.
Durante el virreinato español, algunas mujeres ejercieron temporalmente el poder, como doña Ana de Borja y Aragón, esposa del Conde de Lemos, decimonoveno virrey del Perú, gobernó el virreinato durante 6 meses, presidiendo la Real Audiencia, dictando normas y firmándolas con su puño y letra.
También hubieron mujeres españolas, criollas y mestizas que llegaron a ejercer el gobierno dentro de las encomiendas ¿recibían un número de indios para adoctrinarlos, conservarlos, tratarlos humanamente y disfrutar de su trabajo¿ como Pascuala de la Calle y Rudillas, quien recibió el título y una encomienda de indios en Quito, María Carrillo, Teresa Bretón de la Rosa, Manuela de Iturrizaga, Juana de Gallegos, entre otras.
En el siglo XVIII destaca Micaela Bastidas Puyucawa, esposa de Túpac Amaru, quien manejó parte del ejército de indias e indios que se rebelaron contra los españoles. Muchas mujeres al influjo de las ideas libertarias apoyaron llevando y trayendo información y generando movimientos independentistas como Tomasa Tito Condemaita, Marcela Castro, Ursula Pereda, Francisca Herrera, Catalina de Zalsa y Pachacuti, Cecilia Túpac Amaru, Manuela Tito Condori, quienes sacrificaron la vida en la epopeya libertaria del Perú.
En la campaña libertadora de San Martín hubieron muchas mujeres que colaboraron no sólo salvando vidas de soldados, sino distribuyendo propaganda, como doña Petronila Fernández de Paredes, siendo su casa centro de distribución de cartas, mensajes, informes, proclamas, etcétera.
Carmen de Noriega, Mariquita Yáñez, María Rivero, Petronila Besoaín, Brígida Silva, Carmen de Vásquez de Acuña, y otras, quienes recibieron la banda de seda como reconocimiento a su patriotismo y participación activa en la campaña libertadora.
En los años 30 y 40 del siglo XIX destacó también Francisca Zubiaga, esposa del presidente Agustín Gamarra, a quien por ser mariscal el marido y ella aguerrida y con mando de tropa, se le conoce como ¿la Mariscala¿. Ella presidió sesiones del Consejo de Ministros y firmó proyectos de ley que remitió al Congreso de la República para que fueran convertidos en ley.
En la segunda década del siglo XX se intensificaron en el Perú movimientos sufragistas. La hija del Héroe de La Breña en la Guerra del Pacífico, Zoila Aurora Cáceres, forjó movimientos de mujeres y desde 1919 inició luchas sociales a favor de los obreros y culminó en 1930, solicitando al gobierno de turno el voto para la mujer. Esta iniciativa se sumaba a las que antes habían tenido movimientos de mujeres liderados por María Jesús Alvarado y Adela Montesinos, grupos que plantearon el voto irrestricto, universal para todos los adultos, varones o mujeres.
Las ideas de Flora Tristán, que tuvieron gran influjo desde fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX en Europa, no fueron conocidas en el Perú hasta años después.
En los años 30 surgieron dos tendencias: el voto calificado, sólo para las mujeres con educación y con trabajo, y el voto irrestricto, ambas cambiaban el panorama político, una más que la otra. Por entonces sólo se consiguió la participación de las mujeres en las elecciones municipales, no en las generales, pero fue un derecho que no se ejerció, se continuaba designando a dedo a los alcaldes.
Precisamente, por ese mecanismo llegó a la alcaldía de Lima la única mujer que ha ocupado el asiento de Nicolás de Rivera, ¿El Viejo¿: Anita Fernandini. Fue en los años 50 del siglo XX cuando los últimos países de América reconocieron el voto para la mujer, entre los últimos tres países en hacerlo estuvo el Perú. El 7 de setiembre de 1955, el Congreso de la República, mediante la Ley Nº 12391, reformó la Constitución vigente, otorgando la ciudadanía a las mujeres mayores de edad que supiesen leer y escribir.
En 1956, por primera vez las mujeres votaban y elegían entre las pocas mujeres que habían sido colocadas en las listas por las cúpulas partidarias conformadas por políticos varones. Nueve mujeres fueron electas: una en el Senado Nacional, Irene Silva de Santolalla, y ocho en la Cámara de Diputados.
Más allá del voto o la elección, nadie puede negar la gravitante importancia que ha tenido la participación de la mujer en la vida nacional. Sin embargo, esto no ha tenido el mismo nivel de relevancia en la representación política institucional. El ritmo de incorporación al Congreso de la República, a las presidencias de gobiernos regionales o a alcaldías provinciales y distritales ha sido muy lento desde 1955. De no haber intervenido mediante ley en ese sentido, recién en el año 2051 se hubiese llegado al 25% del total parlamentario.
Siguiendo una pauta internacional, el Congreso de la República del Perú aprobó normas sobre cuotas y ahora debe verse la Ley de Alternancia, vital para que la cuota no se coloque al final de las listas propuestas o inscritas por sus respectivos partidos. Actualmente, la Ley Orgánica de Elecciones establece una cuota de 30% de candidatas mujeres y la Ley de Elecciones Municipalidades lo fija en 25% para regidores.
El Sistema de Cuotas tiene críticos, como no. Se dice que es una imposición, que por no ser natural se torna frágil. Pero en la confección de las listas la población no decide, lo hacen las cúpulas partidarias y en no pocos casos en que hay elecciones internas, quienes las ganan no ocupan en las listas definitivas los primeros puestos.
También se arguye que la cuota posibilita llegar a candidatas no capaces. Quizá sea así, pero el porcentaje de varones en ese sentido no puede ocultarse y a ellos eso no se les exige. En el fondo se trata de que existe una desigualdad de hecho y que hay quienes no lo quieren reconocer.
El sistema de cuotas es temporal, facilita la participación de la mujer, incorporar una nueva opción, cesará cuando se instaure la igualdad.
Hay avances en la participación política de la mujer, en el primer gobierno aprista senombró por primera vez a dos mujeres como ministras de Estado, y en este segundo gobierno del Dr. Alan García, tiene por primera vez a una mujer como vicepresidenta de la República y a un primer Gabinete Ministerial integrado por seis mujeres.
En el Congreso se han elegido a 36 mujeres congresistas, en los gobiernos subnacionales ha ido creciendo en número la representación como consejeras regionales, alcaldesas y regidoras.
La igualdad entre hombres y mujeres va teniendo progresos. Según la Organización de las Naciones Unidas, los ha tenido en lo relativo a expectativa de vida, cobertura de la educación y nivel de ingresos, aunque en el área rural se mantienen brechas saltantes.
Pero en la participación política quedan muchas tareas por realizar, y tenemos toda la responsabilidad de continuar haciendo esfuerzos para conseguir la igualdad de oportunidades y mejorar lo que en las últimas décadas la mujer ha conseguido. La reforma del Estado, en especial la política de descentralización, debe permitirnos ampliar las oportunidades concretas de desarrollo para mujeres y varones a lo largo y ancho del país, redistribuir la riqueza y crear equidad en los territorios, superándose la situación de pobreza.
La descentralización supone la democratización del poder en el ejercicio mismo de la política y la ciudadanía. Y en esta perspectiva, el gobierno, la clase política y la sociedad civil tienen que hacer sus mejores esfuerzos para garantizar el ejercicio pleno de los derechos civiles y políticos de las mujeres y de las poblaciones indígenas, sin distingo de ninguna clase.
Se debe dar paso a la sensibilización, información y creación de conciencia en la población sobre la mujer como sujeto de derechos, tarea central para aportar a cambios sostenidos a nivel de las concepciones y prácticas cotidianas de hombres y mujeres y que respondan al desafío de lograr una mayor equidad en la representación política y la participación ciudadana de las mujeres, como un eje importante de desarrollo y gobernabilidad democrática.